ARTICULOS ESENCIALES

La Agenda 2030: entre la esperanza y el desafío pendiente.

Luis Boggiero

Secretario General ANUV


Han pasado más de cuarenta años desde que inicié mi camino en la promoción y defensa de los derechos humanos. Durante estas décadas he visto surgir grandes promesas y también frustraciones dolorosas. He visto a pueblos enteros ilusionarse con un futuro más justo, y también he visto cómo esa esperanza se diluía entre los intereses políticos, las guerras absurdas y la indiferencia de quienes deberían velar por el bien común.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2015, se presentó como un faro de esperanza: 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y 169 metas que delineaban un mundo más equitativo, en paz con la naturaleza y consigo mismo. En aquellos días sentí que era posible construir un nuevo pacto global donde nadie quedara atrás.

Hoy, con la experiencia de los años y la lucidez que da la memoria, reconozco en la Agenda 2030 tanto luces como sombras.

Los pros: la visión que inspira

La Agenda 2030 tuvo el acierto de integrar en un solo marco las aspiraciones de justicia social, sostenibilidad ambiental y crecimiento económico. Por primera vez, se habló de desarrollo con la palabra “sostenible” en mayúsculas, entendiendo que no hay progreso legítimo si se devora al planeta ni si se excluye a los más vulnerables.

Ese lenguaje nuevo inspiró a millones: jóvenes movilizados por el clima, comunidades indígenas que alzaron su voz, mujeres que encontraron en los ODS un respaldo para exigir igualdad. He visto gobiernos, empresas y organizaciones de la sociedad civil tomar en serio esos compromisos, y en ese despertar hay un valor incuestionable.

Los contras: la realidad que duele

Sin embargo, no puedo callar lo que también veo con dolor. La Agenda 2030 se convirtió en ocasiones en un eslogan vacío. Muchos gobiernos la mencionan en discursos, pero sus políticas caminan en dirección contraria. La desigualdad se ha profundizado, el planeta sigue siendo saqueado, y la guerra y la violencia empañan cualquier intento de hablar de paz duradera.

Además, los ODS nacieron sin mecanismos fuertes de cumplimiento. Las metas son inspiradoras, pero carecen de dientes: nadie rinde cuentas si no se cumplen, y eso ha permitido que la Agenda, en muchos países, sea más un adorno retórico que un compromiso real.

Una visión personal y comprometida

Pese a sus carencias, sigo convencido de que la Agenda 2030 no debe ser descartada. Sería un error imperdonable renunciar a un marco común que nos recuerda que la humanidad puede pensar en grande. Pero debemos mirarla con sinceridad y valentía: no basta con proclamar los ODS, hay que vivirlos, defenderlos, exigirlos.

Como hombre de paz, como alguien que ha dedicado su vida a los derechos humanos, me niego a aceptar que esta Agenda sea otra promesa incumplida. La fuerza de la ONU está en sus pueblos, en la sociedad civil, en las comunidades que no se resignan.

Hoy más que nunca debemos rescatar los valores universales que parecen desvanecerse: la solidaridad, la dignidad, el respeto por la vida y la naturaleza. Si dejamos que esos valores mueran, ningún objetivo, ninguna meta y ningún programa internacional tendrá sentido.

Por lo tanto, entiendo que

La Agenda 2030 es una brújula que aún señala el norte correcto, pero necesita que cada uno de nosotros asuma el viaje con coraje y coherencia. Yo creo, con pasión y convicción, que todavía estamos a tiempo. No será fácil, pero he aprendido que las grandes transformaciones no nacen de la comodidad, sino de la fidelidad a los principios que nos hacen humanos.

La ONU en el 2025: Retos, Transformaciones y la Búsqueda de Relevancia Global

Luis Boggiero

Secretario General ANUV

En el año 2025, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llega a un punto de inflexión. Fundada en 1945 tras el trauma de la Segunda Guerra Mundial, con la misión de preservar la paz, fomentar el desarrollo y proteger los derechos humanos, la ONU se enfrenta hoy a un escenario internacional más complejo, multipolar y desafiante que nunca. Su papel, a pesar de haber sido cuestionado en numerosos momentos históricos, cobra renovada importancia frente a amenazas globales que no respetan fronteras: crisis climáticas, pandemias, conflictos regionales, desinformación, pobreza persistente y la aceleración tecnológica sin regulación clara.

1. Un sistema internacional fragmentado y multipolar

A diferencia del orden bipolar de la Guerra Fría o del dominio unipolar posterior a la caída del Muro de Berlín, el 2025 se caracteriza por una realidad internacional multipolar, en la que potencias emergentes como China, India, Brasil o Turquía juegan papeles decisivos en la arena global, junto a Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia. Esta pluralidad de intereses ha dificultado muchas veces alcanzar consensos en el Consejo de Seguridad, donde el derecho a veto de los cinco miembros permanentes (EE.UU., China, Rusia, Reino Unido y Francia) sigue bloqueando resoluciones clave.

La guerra en Ucrania, el conflicto israelí-palestino, la inestabilidad en el Sahel africano y la tensión creciente en el Indo-Pacífico son ejemplos de cómo las fracturas geopolíticas erosionan la eficacia del sistema multilateral.

2. La Agenda 2030 y los ODS: avances lentos pero firmes

La Agenda 2030, adoptada en 2015, constituye una de las apuestas más ambiciosas de la ONU: erradicar la pobreza, reducir las desigualdades y proteger el planeta a través de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En 2025, a solo cinco años del plazo establecido, los avances son mixtos. La pandemia de COVID-19 y las crisis económicas y políticas posteriores han ralentizado muchos indicadores clave, como la seguridad alimentaria, la igualdad de género, la educación de calidad y el acceso a servicios básicos.

Sin embargo, también han surgido iniciativas esperanzadoras: alianzas público-privadas por la sostenibilidad, redes de ciudades resilientes, jóvenes líderes movilizados en torno a la justicia climática, y mayores exigencias de transparencia en las cadenas globales de valor.

La ONU ha redoblado su esfuerzo de coordinación, monitoreo y asesoría técnica a los países miembros, aunque su impacto sigue limitado por la voluntad política nacional y la financiación insuficiente.

3. El cambio climático y la transición ecológica justa

En 2025, el cambio climático se ha consolidado como la mayor amenaza para la seguridad global. La ONU, a través de organismos como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y la Convención Marco sobre Cambio Climático (CMNUCC), ha jugado un papel clave en la sensibilización, la recopilación de evidencia científica y la organización de cumbres como la COP.

La Conferencia de las Partes COP30, celebrada en Brasil, ha sido un hito este año al avanzar en compromisos más vinculantes, sobre todo en materia de financiamiento climático para el sur global, justicia climática y transición energética. No obstante, la implementación sigue siendo desigual y el planeta continúa calentándose peligrosamente.

La ONU también ha impulsado enfoques innovadores como el reconocimiento del “derecho humano a un ambiente sano”, y ha apoyado la creación de tribunales regionales para litigar daños ambientales, en colaboración con organizaciones civiles.

4. Nuevas tecnologías, inteligencia artificial y gobernanza digital

En este 2025, la irrupción de la inteligencia artificial (IA), el big data, la computación cuántica y la biotecnología ha superado las capacidades regulatorias de los Estados nacionales. La ONU ha asumido un papel catalizador para promover una “gobernanza digital global” que proteja los derechos humanos, fomente la equidad y prevenga los abusos tecnológicos.

La creación del Panel Global de Ética en la IA, bajo la tutela de la UNESCO, ha sido un paso importante, pero aún queda mucho por hacer. La ONU advierte sobre el riesgo de una “brecha tecnológica global” que profundice las desigualdades existentes y sobre el peligro de que los algoritmos refuercen sesgos o erosionen las democracias mediante la desinformación masiva.

5. Derechos humanos y nuevas formas de violencia

La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos ha denunciado un retroceso preocupante en muchas partes del mundo: persecución de activistas, criminalización de ONGs, represión digital, racismo estructural, violencia de género y exclusión de minorías.

En 2025, la ONU ha redoblado sus campañas de defensa de los derechos humanos con enfoque interseccional. También ha promovido el acceso universal a la justicia, la creación de defensorías comunitarias y la formación de jueces y policías en enfoque de derechos.

Un fenómeno emergente es la “violencia algorítmica”: discriminación automatizada a través de sistemas opacos de decisión artificial. La ONU impulsa mecanismos de IA explicable y el fortalecimiento de las capacidades estatales para supervisar estos sistemas.

6. Reforma institucional y participación ciudadana

El secretario general de la ONU ha insistido durante los últimos años en la necesidad urgente de reformar la organización para hacerla más inclusiva, eficiente y representativa del siglo XXI. Aunque los cambios estructurales en el Consejo de Seguridad siguen estancados, se han producido avances en la democratización de procesos internos y en la participación de actores no estatales, especialmente jóvenes, pueblos indígenas, gobiernos locales y sociedad civil organizada.

La creación del “Foro Global para la Democracia Participativa”, auspiciado por el PNUD, es un ejemplo de este esfuerzo por acercar la ONU a las realidades locales y a la ciudadanía común.

7. Las operaciones de paz y la prevención de conflictos

Las misiones de paz de la ONU han evolucionado hacia modelos más integrales, que combinan la seguridad con la construcción institucional, el enfoque de género y la reconciliación nacional. En países como Sudán del Sur, Mali o Haití, los resultados han sido dispares, pero se reconoce que la prevención temprana de conflictos y el acompañamiento a los procesos de paz siguen siendo áreas en las que la ONU tiene una ventaja comparativa.

El nuevo enfoque de “paz sostenible” aboga por atacar las causas estructurales de los conflictos —como la desigualdad, la exclusión y la degradación ambiental— más que simplemente contener la violencia con tropas internacionales.

8. El financiamiento y la sostenibilidad del sistema ONU

Uno de los mayores desafíos de la ONU en 2025 es su financiamiento. La dependencia de las contribuciones voluntarias de los países miembros —y las demoras o condicionamientos que muchas veces las acompañan— pone en jaque la autonomía y la capacidad operativa de la organización.

Se ha comenzado a debatir, dentro de la Asamblea General, la posibilidad de un sistema de financiamiento mixto basado en impuestos globales (como un impuesto a las emisiones de carbono, a las transacciones financieras internacionales o a las grandes plataformas tecnológicas). Aunque aún en fase de estudio, estos mecanismos podrían garantizar una mayor equidad y sostenibilidad para el sistema multilateral.


Una ONU que se adapta o desaparece

En 2025, la ONU no es una institución perfecta, ni mucho menos. Está limitada por estructuras heredadas, tensiones entre potencias, burocracia interna y dependencia financiera. Sin embargo, sigue siendo el foro más legítimo y universal para abordar los desafíos comunes de la humanidad.

Su capacidad de adaptación determinará su relevancia futura. Si logra ser más inclusiva, ágil, transparente y orientada a resultados concretos, podrá seguir siendo un pilar indispensable del orden internacional. Si no lo consigue, corre el riesgo de quedar irrelevante frente a nuevas coaliciones informales, plataformas tecnológicas y acuerdos regionales que ocupen su lugar.

Como diría el ex secretario general Dag Hammarskjöld: “La ONU no fue creada para llevarnos al cielo, sino para salvarnos del infierno”. En 2025, ese propósito sigue vigente más que nunca.