La ONU en el 2025: Retos, Transformaciones y la Búsqueda de Relevancia Global
Luis Boggiero
Secretario General ANUV
En el año 2025, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llega a un punto de inflexión. Fundada en 1945 tras el trauma de la Segunda Guerra Mundial, con la misión de preservar la paz, fomentar el desarrollo y proteger los derechos humanos, la ONU se enfrenta hoy a un escenario internacional más complejo, multipolar y desafiante que nunca. Su papel, a pesar de haber sido cuestionado en numerosos momentos históricos, cobra renovada importancia frente a amenazas globales que no respetan fronteras: crisis climáticas, pandemias, conflictos regionales, desinformación, pobreza persistente y la aceleración tecnológica sin regulación clara.
1. Un sistema internacional fragmentado y multipolar
A diferencia del orden bipolar de la Guerra Fría o del dominio unipolar posterior a la caída del Muro de Berlín, el 2025 se caracteriza por una realidad internacional multipolar, en la que potencias emergentes como China, India, Brasil o Turquía juegan papeles decisivos en la arena global, junto a Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia. Esta pluralidad de intereses ha dificultado muchas veces alcanzar consensos en el Consejo de Seguridad, donde el derecho a veto de los cinco miembros permanentes (EE.UU., China, Rusia, Reino Unido y Francia) sigue bloqueando resoluciones clave.
La guerra en Ucrania, el conflicto israelí-palestino, la inestabilidad en el Sahel africano y la tensión creciente en el Indo-Pacífico son ejemplos de cómo las fracturas geopolíticas erosionan la eficacia del sistema multilateral.
2. La Agenda 2030 y los ODS: avances lentos pero firmes
La Agenda 2030, adoptada en 2015, constituye una de las apuestas más ambiciosas de la ONU: erradicar la pobreza, reducir las desigualdades y proteger el planeta a través de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En 2025, a solo cinco años del plazo establecido, los avances son mixtos. La pandemia de COVID-19 y las crisis económicas y políticas posteriores han ralentizado muchos indicadores clave, como la seguridad alimentaria, la igualdad de género, la educación de calidad y el acceso a servicios básicos.
Sin embargo, también han surgido iniciativas esperanzadoras: alianzas público-privadas por la sostenibilidad, redes de ciudades resilientes, jóvenes líderes movilizados en torno a la justicia climática, y mayores exigencias de transparencia en las cadenas globales de valor.
La ONU ha redoblado su esfuerzo de coordinación, monitoreo y asesoría técnica a los países miembros, aunque su impacto sigue limitado por la voluntad política nacional y la financiación insuficiente.
3. El cambio climático y la transición ecológica justa
En 2025, el cambio climático se ha consolidado como la mayor amenaza para la seguridad global. La ONU, a través de organismos como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y la Convención Marco sobre Cambio Climático (CMNUCC), ha jugado un papel clave en la sensibilización, la recopilación de evidencia científica y la organización de cumbres como la COP.
La Conferencia de las Partes COP30, celebrada en Brasil, ha sido un hito este año al avanzar en compromisos más vinculantes, sobre todo en materia de financiamiento climático para el sur global, justicia climática y transición energética. No obstante, la implementación sigue siendo desigual y el planeta continúa calentándose peligrosamente.
La ONU también ha impulsado enfoques innovadores como el reconocimiento del “derecho humano a un ambiente sano”, y ha apoyado la creación de tribunales regionales para litigar daños ambientales, en colaboración con organizaciones civiles.
4. Nuevas tecnologías, inteligencia artificial y gobernanza digital
En este 2025, la irrupción de la inteligencia artificial (IA), el big data, la computación cuántica y la biotecnología ha superado las capacidades regulatorias de los Estados nacionales. La ONU ha asumido un papel catalizador para promover una “gobernanza digital global” que proteja los derechos humanos, fomente la equidad y prevenga los abusos tecnológicos.
La creación del Panel Global de Ética en la IA, bajo la tutela de la UNESCO, ha sido un paso importante, pero aún queda mucho por hacer. La ONU advierte sobre el riesgo de una “brecha tecnológica global” que profundice las desigualdades existentes y sobre el peligro de que los algoritmos refuercen sesgos o erosionen las democracias mediante la desinformación masiva.
5. Derechos humanos y nuevas formas de violencia
La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos ha denunciado un retroceso preocupante en muchas partes del mundo: persecución de activistas, criminalización de ONGs, represión digital, racismo estructural, violencia de género y exclusión de minorías.
En 2025, la ONU ha redoblado sus campañas de defensa de los derechos humanos con enfoque interseccional. También ha promovido el acceso universal a la justicia, la creación de defensorías comunitarias y la formación de jueces y policías en enfoque de derechos.
Un fenómeno emergente es la “violencia algorítmica”: discriminación automatizada a través de sistemas opacos de decisión artificial. La ONU impulsa mecanismos de IA explicable y el fortalecimiento de las capacidades estatales para supervisar estos sistemas.
6. Reforma institucional y participación ciudadana
El secretario general de la ONU ha insistido durante los últimos años en la necesidad urgente de reformar la organización para hacerla más inclusiva, eficiente y representativa del siglo XXI. Aunque los cambios estructurales en el Consejo de Seguridad siguen estancados, se han producido avances en la democratización de procesos internos y en la participación de actores no estatales, especialmente jóvenes, pueblos indígenas, gobiernos locales y sociedad civil organizada.
La creación del “Foro Global para la Democracia Participativa”, auspiciado por el PNUD, es un ejemplo de este esfuerzo por acercar la ONU a las realidades locales y a la ciudadanía común.
7. Las operaciones de paz y la prevención de conflictos
Las misiones de paz de la ONU han evolucionado hacia modelos más integrales, que combinan la seguridad con la construcción institucional, el enfoque de género y la reconciliación nacional. En países como Sudán del Sur, Mali o Haití, los resultados han sido dispares, pero se reconoce que la prevención temprana de conflictos y el acompañamiento a los procesos de paz siguen siendo áreas en las que la ONU tiene una ventaja comparativa.
El nuevo enfoque de “paz sostenible” aboga por atacar las causas estructurales de los conflictos —como la desigualdad, la exclusión y la degradación ambiental— más que simplemente contener la violencia con tropas internacionales.
8. El financiamiento y la sostenibilidad del sistema ONU
Uno de los mayores desafíos de la ONU en 2025 es su financiamiento. La dependencia de las contribuciones voluntarias de los países miembros —y las demoras o condicionamientos que muchas veces las acompañan— pone en jaque la autonomía y la capacidad operativa de la organización.
Se ha comenzado a debatir, dentro de la Asamblea General, la posibilidad de un sistema de financiamiento mixto basado en impuestos globales (como un impuesto a las emisiones de carbono, a las transacciones financieras internacionales o a las grandes plataformas tecnológicas). Aunque aún en fase de estudio, estos mecanismos podrían garantizar una mayor equidad y sostenibilidad para el sistema multilateral.
Una ONU que se adapta o desaparece
En 2025, la ONU no es una institución perfecta, ni mucho menos. Está limitada por estructuras heredadas, tensiones entre potencias, burocracia interna y dependencia financiera. Sin embargo, sigue siendo el foro más legítimo y universal para abordar los desafíos comunes de la humanidad.
Su capacidad de adaptación determinará su relevancia futura. Si logra ser más inclusiva, ágil, transparente y orientada a resultados concretos, podrá seguir siendo un pilar indispensable del orden internacional. Si no lo consigue, corre el riesgo de quedar irrelevante frente a nuevas coaliciones informales, plataformas tecnológicas y acuerdos regionales que ocupen su lugar.
Como diría el ex secretario general Dag Hammarskjöld: “La ONU no fue creada para llevarnos al cielo, sino para salvarnos del infierno”. En 2025, ese propósito sigue vigente más que nunca.